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miércoles, 27 de mayo de 2015

EL PAPEL DE LOS RECURSOS ENERGÉTICOS EN LA RELACIÓN RUSIACHINA

Resumen: 
Como parte de su pretendida asociación estratégica, Rusia y China han establecido en los últimos años diversos programas de cooperación y acuerdos de suministro de petróleo y gas. De ese modo, Moscú dispondría de un cliente alternativo a la Unión Europea, y Pekín obtendría una fuente de suministro más próxima geográficamente para sus crecientes necesidades energéticas. Sin embargo, son muchas las limitaciones, tanto técnicas como políticas, que cuestionan la viabilidad de esta relación en el campo de la energía.

 EL PESO DEL FACTOR ENERGÉTICO EN LAS RELACIONES RUSIA-CHINA

Cabe destacar que Rusia suministra energía eléctrica a China, a un precio mayor que el del subsidiado mercado interno, y para ello dispone en su Lejano Oriente de sus dos  mayores plantas de producción para la exportación (Bureiskaya y Zeiskaya).

En el campo nuclear la colaboración se remonta a 1990, y el monopolio ruso Atomstryexport proporcionó la tecnología y el apoyo técnico a China para la puesta en marcha de dos reactores en la planta de Tianwan (próxima a Shanghái), con otras ocho instalaciones en desarrollo. Sin embargo, el 75% de la producción eléctrica china sigue basada en plantas térmicas de carbón, con el consiguiente problema de una masiva contaminación y de incumplimiento de los compromisos internacionales de lucha contra el cambio climático. Por ello, es prioridad para China la sustitución de esas plantas por otras de ciclo combinado que utilicen gas natural como combustible, por lo que se estima que sus requerimientos de ese recurso crezcan en el futuro inmediato.
Por otra parte, y anticipando el continuo crecimiento de la demanda china de petróleo, la Federación ha hecho un gran esfuerzo de desarrollo de proyectos transnacionales en su Lejano Oriente, tanto para la explotación de los yacimientos petrolíferos de Siberia Oriental como para hacer llegar esos recursos a los potenciales clientes. Entre estos proyectos destaca el oleoducto “Este de Siberia-Océano Pacífico” (conocido por las siglas en inglés ESPO), que cuando esté concluido servirá para exportar el petróleo por vía marítima a Japón y Corea del Sur a través de la terminal de Kozmino (en Vladivostok), con un ramal intermedio que partiendo de la refinería de Skovorodino (en Amur) alcance Daqing (en Heilongjiang, Manchuria). La participación china en estos proyectos abarca desde el suministro de personal cualificado para la construcción de las infraestructuras, hasta la financiación de las compañías rusas del sector, pasando por la firma de contratos de suministro a largo plazo
.
Las reservas rusas de petróleo son las 8ª a nivel mundial, totalizando unos 10.600 millones de toneladas, y se concentran entre los Urales y la meseta central de Siberia. Sin embargo, el 50% de los principales yacimientos ya han sido agotados, y se considera que no queda más petróleo por ser descubierto (a expensas de lo que el deshielo del Ártico pueda deparar).
Esto supone que al ritmo actual de explotación el petróleo ruso se agotaría en 22 años, entre otras cosas porque el consumo interno es muy grande, de unos 130 millones de toneladas al año, con una grave ineficiencia energética potenciada por la subsidiación estatal del precio.

Por tanto, es en el ya mencionado mercado del gas donde las oportunidades de cooperación entre Rusia y China son mayores. Las cifras correspondientes a 2010 son concluyentes: Rusia dispone de un 23,9 % de las reservas mundiales probadas, equivalentes a 44,8 billones de metros cúbicos, su producción de 588.900 millones de metros cúbicos representa el 18,4 % del total mundial (con un 70% destinado al mercado interno, también fuertemente subsidiado, y el 30% restante disponible para exportación, principalmente por gaseoductos hacia la Unión Europea). Al igual que Rosneft y Transneft en el caso del petróleo, la producción y transporte del gas ruso está dominado por el gigantesco consorcio estatal Gazprom.

La materialización de una necesidad: principales acuerdos

Con motivo de la visita oficial del presidente ruso a China los días 20 y 21 de mayo del 2014, se anunciaron una serie de acuerdos que de cara al exterior simbolizan el estrechamiento de la relación entre los dos países a la vez que sientan un nuevo precedente en materia de cooperación energética. Las negociaciones suponían un nuevo paso hacia la orientación asiática del sector energético ruso. Los acuerdos disponen una inversión conjunta de 55.000 millones de dólares en Rusia y de 20.000 millones en China para la creación de nuevas infraestructuras.
Para materializar sus compromisos, uno de los requisitos que Rusia se ha visto obligada a cumplir es aumentar las extracciones de los campos de gas que se encuentran cercanos geográficamente al mercado asiático. Más en concreto, los grandes campos de Lejano Oriente (Saja-Yakutia y Sajalín) y Siberia Oriental (Irkutsk y Krasnoyarsk). El fomento de la industria del petróleo y del gas de estas regiones lleva aparejado un impulso al desarrollo de industrias especializadas en la transformación de estos hidrocarburos así como en la generación de productos de alto valor añadido, como la petroquímica. Dado el tamaño de las reservas de petróleo y el ritmo de explotación actual, se calcula que dentro de 20 a 30 años este recurso se agotará, de manera que es el mercado del gas el que ofrece mayores posibilidades de cooperación entre ambos países.
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El mejor ejemplo es el contrato multimillonario al que llegaron ambas partes en mayo de 2014 por valor de 400.000 millones de dólares. El acuerdo, cuyas negociaciones llevaban atascadas desde 2006 como consecuencia de un desacuerdo para fijar el precio, se anunció en medio de la crisis diplomática protagonizada por la Unión Europea y Rusia a causa del conflicto en Ucrania.
En 2009 se alcanzó un compromiso que estipulaba el suministro de 68.000 millones de metros cúbicos a China durante los próximos 30 años a través de dos rutas. La ruta del este que parte de la isla de Sajalín y los campos de Siberia Oriental; y la ruta occidental que lo hace desde Siberia Occidental. El gaseoducto bautizado como “La Fuerza de Siberia” abastece al noroeste de China con 38.000 millones de metros cúbicos desde la ruta oriental, mientras que el gaseoducto “Altai” suministra a la región de Xinjiang los 30.000 millones restantes desde el Oeste.

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En lo que a petróleo se refiere, cabe destacar la construcción del oleoducto Siberia Oriental-Océano Pacífico. Este reciente proyecto, cuya construcción finalizó en 2011, permitió conectar los yacimientos petrolíferos de la región oriental de Rusia con el puerto de Kozminó. Los casi 5000 kilómetros del ducto poseían la capacidad de suministrar 30 millones de toneladas anuales de crudo, que posteriormente se amplió hasta los 50 millonesy abren la puerta al comercio con importantes mercados asiáticos ávidos de consumo como Japón, Corea del Sur, China e, incluso, Estados Unidos.
Rusia comenzó a suministrar petróleo a China en 2011 a través de un ramal que unía la localidad rusa de Skovorodino con la ciudad china de Daqing como parte de un acuerdo que prevé el abastecimiento de 15 millones de toneladas anuales durante 20 años a cambio de un préstamo de 25.000 millones de dólares que Pekín concedió a las compañías Rosneft y Transneft. La construcción del oleoducto ha contribuido asimismo al aumento del tamaño de las exportaciones rusas a China dado que ha permitido reducir considerablemente el transporte de crudo vía ferrocarril, método que se utilizaba antes y que ofrecía unas opciones más limitadas.
Oleoducto Siberia Oriental-Océano Pacífico
Oleoducto Siberia Oriental-Océano Pacífico
Las inversiones en el ámbito energético se presentan como una dimensión de cooperación que ha ido ganando terreno en los últimos tiempos. En 2006 la compañía china Sinopec, en alianza con la petrolera rusa Rosneft, compró Udmurtneft, que pertenecía a TNK-BP, ruso-británica, pasando el 49% de las acciones a la compañía china y el 51% a su homóloga rusa. En 2009 el Banco China para el Desarrollo concedió dos créditos de 15.000 millones de dólares y 10.000 millones a Rosneft y Transneft respectivamente a cambio de suministro de petróleo.
Finalmente, queda mencionar la cooperación chino-rusa en materia de carbón. El “gigante asiático” produce tres cuartas partes de su energía eléctrica a través de plantas térmicas de carbón y, a pesar de que es el mayor productor mundial de este mineral, en los últimos años está llevando a cabo denodados esfuerzos para reducir su dependencia carbonífera en la producción de energía eléctrica fomentando la construcción de centrales de ciclo combinado que utilizan gas como combustible. No obstante, desde 2009 ha aumentado significativamente el comercio bilateral de este combustible energético. Ello se debe principalmente a dos razones: en primer lugar, al crecimiento económico e industrial chino y, en segundo lugar, un incremento de los precios en el mercado interno que ha obligado a buscar salida en el mercado internacional. Las exportaciones rusas a China pasaron de 0.4 millones de toneladas en 2001 a 10 millones en 2011. Uno de los motivos que incentivan este comercio es el hecho de que el carbón ruso es más barato en comparación al de países como Australia o Vietnam, de los que China importa la mayor parte de este producto, y que la proximidad geográfica, una vez más, disminuye los costes logísticos.
Además, en 2010 ambas partes llegaron a un acuerdo que establecía que en los siguientes cinco años Rusia suministraría a China 15 millones de toneladas anuales, cifra que se incrementará hasta los 20 millones de toneladas en las próximas dos décadas. Este acuerdo comprende a la vez un préstamo chino por valor de 6 millones de dólares con el fin de asegurar el suministro a través de la adquisición de medios para la explotación y extracción del mineral así como para la infraestructura de suministro correspondiente.

El comercio energético entre Rusia y China en cifras

El comercio bilateral alcanzó en 2013 la cifra de 97.000 millones de dólares, y según declaraciones de los líderes de los dos países, ambos tienen la intención de que en 2020 el volumen de intercambio llegue a 150.000 millones. A pesar de ello, la Unión Europea continúa siendo en términos cuantitativos el principal mercado para Rusia. El 80 % de las exportaciones de petróleo y el 70% de gas tuvieron como destino el sediento mercado europeo; aunque en lo que a Estados se refiere, China es el principal socio comercial para Rusia. No obstante cabe mencionar que se trata de una relación asimétrica, no tiene las mismas implicaciones para cada uno de ellos. La importancia de China como socio comercial y estratégico para Moscú se considera de vital importancia estratégica, mientras que para Pekín la relevancia de Rusia no alcanza estos términos. Es decir, China es más importante para Rusia que Rusia para China. De hecho, en el 2013 el valor de las transacciones comerciales entre Alemania y China fue de 150.000 millones de dólares. Un dato significativo es que China “sólo” importo el 7,4% de su petróleo de Rusia, situándose así por detrás de Arabia Saudí y Angola. Además, al prestar atención en el total de exportaciones de este recurso, se observa que las ventas de petróleo ruso al extranjero entre 2000 y 2010 aumentaron de 145 a 247 millones de toneladas. Por lo tanto, mientras que el conjunto de las exportaciones aumentó 1,7 veces su tamaño, la venta de crudo a China creció 2,5 veces en un periodo menor de tiempo.

El Kremlin tiene un plan: Estrategia Energética de Rusia para 2020 y 2030

Hasta un 30% del PIB ruso en el año 2011 se correspondió con las ganancias del sector energético. Esto da muestras de la enorme dependencia en la economía rusa de la venta de los hidrocarburos en los mercados internacionales, que determinan el precio del gas y del petróleo. La importancia de este sector se ha traducido en la elaboración por parte del Gobierno de un documento llamado “Estrategia Energética de Rusia para 2020” aprobado en el año 2003 y, posteriormente, otro conocido como “Estrategia Energética de Rusia para 2030” firmado en 2009. En ellos, se marcan los objetivos y principios fundamentales que deben regir la política energética rusa hasta la fecha y marcar los pasos a seguir en la consecución de estos objetivos. Es de capital importancia para el país que la vasta capacidad política y económica del sector contribuya al crecimiento ruso. Así, el documento subraya la necesidad de que el sector se integre y consolide en el mercado internacional. Para ello se indican una serie de pasos a seguir:
  1. “Los intereses nacionales de Rusia tienen que tomarse en cuenta en la formación del nuevo sistema de funcionamiento de los mercados energéticos mundiales”
  2. “La diversificación de los mercados energéticos de exportación y de la estructura sectorial de las exportaciones de productos energéticos”
  3. “El aseguramiento de las condiciones estables en los mercados energéticos, incluyendo la estabilidad de la demanda y los precios justos de los principales productos de exportación de Rusia”
  4. “La consolidación de la posición de las empresas energéticas de Rusia en el extranjero”
  5. “El aseguramiento de la cooperación internacional eficiente en los proyectos de gran riesgo en Rusia (incluyendo los proyectos en las plataformas de las regiones árticas)”
El plan, que confiere a la dimensión exterior de la política energética un papel determinante, parte del hecho de que Rusia será una potencia en lo que a energía se refiere hasta el 2030. De hecho, prevé un incremento en la producción de petróleo del 10% y del 40% en el caso del gas. Esto significa elevar la extracción de crudo hasta las 530 millones de toneladas anuales, de los que 300 irán destinados a la exportación, y alcanzar los 900.000 millones de metros cúbicos en el caso del gas, de los que se exportarán aproximadamente 350.000 millones. Además, el segundo documento recoge un plan para la creación de un sector eficiente a través de la aplicación de los conocimientos y avances científicos con el fin de convertirlo en una herramienta útil de cara a los intereses externos nacionales, además de aumentar la inversión en 2 billones de dólares para paliar el déficit y la precariedad del estado de las infraestructuras y las redes de distribución.
Este documento plantea la necesidad de diversificar las ventas rusas de hidrocarburos, con el objetivo de no presentar una excesiva dependencia respecto a un mismo mercado. Es en este marco estratégico donde Asia se erige como una opción incuestionable por el emergente e ininterrumpido crecimiento de sus mercados y economías que aumentan a pasos agigantados su demanda de consumo energético. Entre ellos destacan Japón, Corea del Sur, Taiwán y, sobre todo, China. La estrategia planea aumentar el peso de estos mercados en las exportaciones rusas de hidrocarburos hasta más del 25% para el 2030.
En algunos círculos se ha situado el debate sobre si el giro asiático de la política rusa viene motivado por la crisis diplomática con Europa y Estados Unidos, o por el contrario, ya se estaba produciendo antes. Los defensores de la primera teoría afirman que Europa continúa siendo el mercado prioritario para Rusia en tanto que el comercio entre la Unión y Moscú supera en cifras absolutas al que éste mantiene con China y porque Rusia encuentra en el Viejo Continente un espacio en el que vender sus productos a un precio mayor que el que ofrece el mercado asiático, concretamente, China. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la rapidez con la que se han anunciado los acuerdos con su socio asiático parece sugerir que Putin se ha visto obligado a buscar alternativas que ofrezcan una puerta de salida a la situación de aislamiento internacional que sufría el país. Con anterioridad a la crisis de Ucrania, las demandas europeas de gas ruso fueron descendiendo progresivamente hasta llegar al 12% en 2013, que en términos absolutos significa entre 30.000 y 35.000 millones de metros cúbicos. Recordemos que el acuerdo alcanzado en mayo de 2014 garantizaba un suministro anual a la parte nororiental de China de 38.000 millones de metros cúbicos. Aquellos que mantienen una posición contraria defienden que el giro hacia Asia es un planteamiento activo de la política exterior rusa y que, por lo tanto, es anterior a la crisis diplomática, si bien ésta ha acelerado dicho proceso. Siguiendo esta línea argumental, cabe mencionar que el acuerdo con China para el suministro de gas no es producto de la urgencia política ni económica sino que las negociaciones comenzaron la década pasada y evidencian que no se trata de un cambio de rumbo imprevisto o forzado sino que responde a planeamientos estratégicos anteriores a las dinámicas vive la región actualmente.
LAS LIMITACIONES DE LA RELACIÓN RUSO-CHINA EN EL ÁMBITO ENERGÉTICO
A pesar de todo lo expuesto hasta el momento, la colaboración energética entre Rusia y China tiene unas importantes limitaciones, en algunos casos meramente de carácter técnico, y en otros casos de carácter político.
En primer lugar, no está del todo claro que Rusia pueda responder a todos los contratos de suministro de gas con sus clientes extranjeros. Como ya se mencionó, el 70% de su producción va destinada al mercado interno; al subsidiar el Estado los precios que paga el consumidor final (sea el sector eléctrico, las industrias o los hogares), con objeto de favorecer el crecimiento económico y la paz social, Gazprom en realidad pierde dinero en este ámbito, lo que tiene que compensar con las exportaciones. Una primera medida necesaria sería, por tanto, mejorar la eficiencia energética del mercado interno ruso14, para que el porcentaje de gas disponible para la exportación fuese mayor. A la espera de si eso se logra o no, la única forma de responder a la creciente demanda externa de gas pasa por la explotación de nuevos yacimientos. 
En segundo lugar, Europa sigue siendo el mercado preferente para el gas ruso, ya que los precios que la UE está dispuesta a pagar son mayores de los que China puede afrontar. 
Mirando al Este, Rusia precisa de grandes inversiones para desarrollar redes de transporte y distribución similares a las existentes en su zona europea. Además, el objetivo de estas inversiones está más relacionado con el desarrollo socioeconómico de la región (refinerías, plantas petroquímicas y de proceso del gas, almacenamiento de reservas) que con la exportación al mercado chino, lo que a su vez reduce el interés de este país por financiar las inversiones. Al igual que Rusia busca diversificar su clientela y disponer de diversas opciones para la exportación de sus recursos, China pretende diversificar sus fuentes de suministro, y por lo tanto no quiere fomentar una excesiva dependencia de Rusia que le limite políticamente.
Ante esos condicionantes económicos y políticos, los principios de la asociación estratégica entre Rusia y China enunciados al inicio de este Documento quedan en cuestión. Desde del punto de vista de Rusia, la explotación de nuevos yacimientos de gas en Siberia Oriental y el Lejano Oriente tienen como objetivos, en orden de preferencia:
  • Favorecer el desarrollo socioeconómico de la Rusia Asiática.
  • Exportar Gas Natural Licuado (siglas en inglés LNG) por barco desde la isla de Sajaln a Japón y Corea del Sur, a precios que China no puede asumir.
  • Como última prioridad, exportar por gaseoductos a China.

Desde el punto de vista de China, y aunque tenga interés en los recursos energéticos rusos, también se ha garantizado suministros desde regiones como Iberoamérica, África y, sobre todo, el Golfo Pérsico, de dónde recibe un 60% del petróleo que consume, a pesar de los retos que supone su transporte por mar a través de los Estrechos de Ormuz y Malaca. Mención aparte merece la postura china en las Repúblicas Centroasiáticas, dado que en esa zona compite directamente con Rusia:
En 2009 se completó el oleoducto Atyray-Alashankou, que une la costa kazaja del Mar Caspio con la región de Xingjian en China.
El mismo año entró en servicio el gaseoducto que desde Turkmenistán alcanza China tras pasar por Uzbekistán y Kazajstán. 
Este último gaseoducto ha comenzado a operar con un suministro anual limitado a unos 5.000 millones de metros cúbicos16, sobre todo porque para Turkmenistán resulta más rentable exportar su gas a Rusia, que a su vez lo revende a Europa, en lugar de a China. Sin embargo, y en este complejo juego estratégico, la simple existencia de ese gaseoducto posibilita a China el negociar a la baja el precio de los suministros de gas ruso en el Lejano Oriente. 


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