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domingo, 17 de mayo de 2015

ECUADOR, ¿EXTRACCIÓN DE RECURSOS O EXTRACTIVISMO?

De manera general, podemos señalar que el siglo XX para América Latina resultó ser un periodo histórico de acomodo estructural geopolítico, respecto a la proyección mundial que la Doctrina Monroe determinó para la región. No obstante, las contradicciones propias de un proceso de tal envergadura, posibilitaron la generación de un movimiento social de resistencia a los distintos estadios por los que transitó el continente. Dicha resistencia, mantuvo cierta homogeneidad hasta los años 60, con respecto al marxismo de procedencia soviética, como matriz teórica de las organizaciones de izquierda que fueron articulándose en los distintos países, situación que con el surgimiento de las Revoluciones China y Cubana, así como los posteriores acontecimientos históricos como Mayo 68, el movimiento hippie, la “década perdida”, la caída del Muro de Berlín y finalmente el levantamiento de los zapatistas, fueron ‘diversificando’ a la izquierda hasta convertirla en un umbral ideológico variopinto que, en los albores del siglo XXI, obligó a la academia y a las organizaciones sociales a concebir las izquierdas.

En el Ecuador, como sucede con la mayoría de los gobiernos progresistas, uno de los temas nodales dentro de la discusión entre las izquierdas ha sido la perspectiva y las políticas concretas respecto al usufructo de los recursos naturales; posiciones que han decantado en dos argumentos centrales y mutuamente antagónicos:
- Desde el gobierno: La extracción y aprovechamiento de los recursos naturales es el mecanismo para la superación de la pobreza y la desigualdad, así como la garantía de derechos ciudadanos.
- Desde la oposición de izquierdas: El gobierno ha profundizado el esquema extractivista, que profundiza las asimetrías sociales y no permite salir del esquema primario exportador.

Posiciones políticas frente al extractivismo

Esta disyuntiva, es abordada por Boaventura de Sousa Santos (2014), que señala que “los intelectuales de América Latina (…) han cometido dos tipos de errores en sus análisis de los procesos políticos de los últimos cien años, sobre todo cuando contienen elementos nuevos, ya sean ideales de desarrollo, alianzas para construir el bloque hegemónico, instituciones, formas de lucha, estilos de hacer política. (…) El primer error ha consistido en no hacer un esfuerzo serio para comprender los procesos políticos de izquierda que no encajan fácilmente en las teorías marxistas y no marxistas heredadas. (…) El segundo tipo de error ha consistido en silenciar, por complacencia o temor de favorecer a la derecha, las críticas de los errores, desviaciones y hasta perversiones por las que han pasado estos procesos, perdiendo así la oportunidad de transformar la solidaridad crítica en instrumento de lucha.”
Para el caso ecuatoriano, se identifican la comisión de ambos tipos de errores, que podemos adjudicarlos a la oposición los primeros; mientras que a la izquierda dentro del gobierno los segundos.
A continuación presentamos los argumentos expresados por la oposición, en los que es posible apreciar lo señalado anteriormente. Pablo Dávalos (2014), quien en su texto “No podemos ser mendigos sentados en un saco de oro”: Falacias del discurso extractivista, a partir de análisis económicos establece conclusiones tales como:
El gobierno de la Revolución Ciudadana ha sido el régimen político que más ha in vertido en salud y educación, qué duda cabe, empero este gasto cumple un rol político preciso al interior de la dinámica extractiva al legitimarla y posibilitar su expansión y consolidación (Dávalos, 2013: 191)
En la misma línea, Alberto Acosta (2009), señala como parte la Maldición de la Abundancia:
La miseria de grandes masas de la población parecería ser, por tanto, consustancial a la presencia de ingentes cantidades de recursos naturales (con alta renta diferencial). Esta modalidad de acumulación no requiere del mercado interno e incluso funciona con salarios decrecientes. No hay la presión social que obliga a reinvertir en mejoras de la productividad. El rentismo determina la actividad productiva y por cierto el resto de relaciones sociales. Estas actividades extractivas –petrolera o minera– promueven relaciones sociales clientelares, que benefician los intereses de las propias empresas transnacionales, pero impiden el despliegue de planes de desarrollo adecuados (Acosta, 2009: 12)
yasuní

Por su parte, el discurso oficial, representado por el Presidente Correa, en varias ocasiones ha utilizado argumentos como:
“Los recursos naturales hay que usarlos bien”, dijo el Jefe de Estado, al tiempo de explicar que se trata de decisiones complejas, pero que para poder tener buenos colegios, viviendas y conseguir el desarrollo de las comunidades de la Amazonía, en especial, es necesario recurrir a la explotación de la minería, con responsabilidad ambiental .
“Vamos a desarrollar una minería social y ambientalmente responsable”, aseguró, al tiempo de destacar que más dañina y contaminante es la minería a menor escala, por cuanto no sigue lineamientos técnicos y ambientales. (…) “Hemos tenido un gran costo político y social, y lo que hemos avanzado es muy poco. Nosotros, en nuestra actitud transparente, dijimos, desde 2009, vamos a desarrollar la minería. La consecuencia: un poco de ‘tirapiedras’ oponiéndose,  distorsionando noticias, afortunadamente son pocos” .
Se observa cómo por ambas partes se exponen criterios sumamente generales, en los cuales se desvanece, en apariencia, cualquier circunstancia determinada o voluntad política con capacidad para actuar de forma distinta; siendo imposible poder hablar de extracción de recursos naturales como mecanismo válido para la cobertura de necesidades de los ciudadanos, ni tampoco habría como hablar de financiamiento del gasto público por fuera del rentismo producto de la extracción.
Finalmente, la consecuencia de esta disputa ha conformado colectivos ciudadanos, al estilo hinchadas deportivas, que han desplazado la necesaria discusión respecto al modelo social que se impulsa en Ecuador, colectivos que se encuentran entre un ambientalismo radical, que desvía la mirada de conflictos sociales históricos generadores de marginación e injustica estructural; y una vía unívoca de modernidad del siglo XXI que se sostiene en la lógica costo beneficio cortoplacista.
Ante esto, las expectativas para las izquierdas se vuelven cada vez más limitadas, pues si desde el Gobierno se sostiene la dinámica del rentismo, solo se logrará una progresiva reinserción al esquema neoliberal, por fuerza de las condiciones históricas y económicas de nuestro país, a pesar de que los esfuerzos no se hayan orientado a eso; o construiremos discursivamente, desde la oposición de izquierdas, una sociedad postcapitalista, incapaz de sostener la materialidad de una empresa como esa.
INTERESANTE: El buen vivir más allá del extractivismo (Eduardo Gudynas, 2009)
Como conclusión: La bifurcación antagónica de las izquierdas respecto a la Revolución Ciudadana y su política extractiva, ha terminado por excluir del debate una de las características fundamentales de la izquierda, la consideración de la relación de clases como eje central para la construcción de la política, así ambas propuestas se configuran, como Bensaid (2012) señala: “versiones actualizadas del “socialismo burgués” predicado por “filántropos humanitarios”, dedicados a organizar beneficencia y proteger a los animales” (Bensaid, 2012: 25).

NEO-EXTRACTIVISMO, VERSIÓN CONTEMPORÁNEA DEL EXTRACTIVISMO

Desde inicios del 2007 se inauguró una nueva etapa llena de esperanzas de cambio. Las políticas económicas del gobierno del presidente Rafael Correa, desligadas de los mandatos del FMI y del Banco Mundial, empezaron a revertir paulatinamente la tendencia neoliberal anterior. Sin embargo, este empeño no afecta para nada la esencia extractivista de la modalidad de acumulación imperante desde la colonia.

Con los ingresos provenientes de la actividad extractivista, sobre todo a través de los altos precios del petróleo, el gobierno atiende muchas de las largamente postergadas demandas sociales. Para obtener aún más recursos, este gobierno de la “revolución ciudadana”amplía la frontera petrolera y abre la puerta a la minería metálica a gran escala, al tiempo que ha reiniciado un proceso acelerado de endeudamiento externo proveniente especialmente de China (país que aparece también como uno de los mayores interesados en los yacimientos petroleros y mineros del Ecuador, así como en construir las principales obras de infraestructura energética).
Cabe destacar algunos avances con relación al extractivismo anterior, sobre todo por el lado del interés nacional; esta constatación, sin embargo, no puede ocultar algunas aberraciones y contradicciones profundas en el mismo ámbito petrolero [4]. Entre los puntos destacables aflora una mayor presencia y un papel más activo del estado. Desde una postura nacionalista se procura un mayor acceso y control por parte del estado sobre el petróleo. También se busca una mayor tajada de la renta petrolera e incluso minera. Parte significativa de esos recursos, a diferencia de lo que sucedía en años anteriores, en los que el grueso de dicha renta se destinaba al pago de la deuda externa, financia importantes y masivos programas sociales.
El actual gobierno ha desplegado una cuantitativamente importante inversión social. Sin embargo, la esencia clientelar de esta acción ahoga la consolidación de la ciudadanía, como se propuso al inicio de su gestión. Inclusive, en base a leyes de los anteriores gobiernos oligárquicos, especialmente para poder sostener el modelo extractivista, se recurre a la criminalización de la protesta social persiguiendo por lo pronto a unos 200 líderes populares defensores de la vida y la naturaleza, a los que se acusa de terrorismo y sabotaje. Mientras que, por otro lado, con políticas sociales clientelares y amenazas de diversa índole se pretende dividir o al menos debilitar a los movimientos sociales, particularmente indígenas. A esto se suma un sostenido ataque político en contra de dichos movimientos. En este contexto se consolida un poder cada vez más personalista y autoritario, en manos de un caudillo, el presidente Correa.

Si bien el accionar gubernamental genera un extractivismo de nuevo tipo, tanto por algunos de sus componentes como por la combinación de viejos y nuevos atributos, no hay cambios sustantivos en la estructura de acumulación. Este neo-extractivismo sostiene una inserción internacional subordinada y funcional a la globalización del capitalismo transnacional. Es más, en estas condiciones se agravan los impactos sociales y ambientales de los sectores extractivos. No le importa para nada a este gobierno que en el Ecuador constitucionalmente la naturaleza sea sujeto de derechos. Es más, atropellando los derechos colectivos de varias comunidades indígenas se pretende ampliar más la frontera petrolera e imponer la megaminería metálica en el país [5].


Por otro lado, al mantenerse inalterada la lógica de acumulación dominante desde hace muchos años, los grupos más acomodados de la sociedad, que apenas han sufrido el embate de los “discursos revolucionarios”,no dejan de obtener cuantiosas utilidades aprovechándose justamente de este renovado extractivismo. Mientras tanto los segmentos tradicionalmente marginados de la población experimentan apenas una relativa mejoría gracias a la mejor distribución de los crecientes ingresos petroleros, en tanto no se da paso a una real redistribución de los ingresos y los activos. Superando el estado mínimo del neoliberalismo, se intenta (con justificada razón) reconstruir y ampliar la presencia y acción del estado. Empero, siendo importante un mayor control por parte del estado de estas actividades extractivistas, no es suficiente para cambiar la lógica subdesarrolladora de esta modalidad de acumulación. En realidad, el real control de las exportaciones nacionales está en manos de los países centrales y sus empresas. Así, este neoextractivismo, a la postre, mantiene y reproduce elementos clave del extractivismo de raíces coloniales. El grueso de las ganancias se las lleva las economías ricas, importadoras de Naturaleza. Los países exportadores de bienes primarios, como el Ecuador, reciben una reducida participación real de la renta minera o petrolera, pues les toca cargar con el peso de los pasivos ambientales y sociales, que normalmente no son contabilizados en los proyectos extractivistas.

De esta manera, de manera perversa, el extractivismo asegura nuevas fuentes de legitimación social. Y combatir la pobreza. Del extractivismo colonial se ha dado paso al extractivismo del siglo XXI o simplemente al neoextractivismo. El deseo de dominar la naturaleza, para transformarla en productos exportables, ha estado presente permanentemente en Ecuador, tanto como la mayoría de países de la región. Desde la conquista y la colonia, imbricada profundamente con el modelo de acumulación primario-exportador, se consolidó una visión pasiva y sumisa de aceptación de este posicionamiento en la división internacional del trabajo en muchos de nuestros países, ricos en recursos naturales. Una y otra vez se ha visto a estas sociedades como pobres sentadas en un saco de oro. Dicha aceptación se ha mantenido profundamente enraizada en amplios segmentos de estas sociedades, como que se tratara de un ADN insuperable. Para muchos gobernantes, incluso de aquellos considerados como progresistas, les es casi imposible imaginarse una senda de liberación de esta “maldición de la abundancia”de los recursos naturales.

MEGAMINERÍA EN LA SENDA DE LA MALDICIÓN


Ante la inevitable y cada vez más perceptible disminución de las reservas petroleras, el gobierno del presidente Correa despliega todos los esfuerzos posibles para introducir la actividad minera a gran escala. La minería, sobre todo industrial, a diferencia del petróleo, hasta ahora no ha sido un pilar importante para la economía nacional. Para hacer realidad esta nueva fase extractivista, incluso a contrapelo de lo resuelto en la Asamblea Constituyente (2007-2008), se introdujeron varias reformas legales. El gobierno, sin ninguna capacidad para superar el modelo extractivista, a través del Plan Nacional de Desarrollo del Sector Minero 2011-2015, promueve la imagen de “una minería sustentable”. Promete generar “condiciones de desarrollo sustentable” en la actividad minera a gran escala. Ofrece una “minería bien hecha”, lo que se lograría empleando“prácticas metalúrgicas adecuadas y tecnologías ambientalmente amigables”.Además, con el fin de demostrar preocupación por la participación del estado en la renta minera, se habla de hacer “cumplir con el pago de tributos contemplados en la Ley, para que el estado reinvierta en el desarrollo de los territorios”. Con todo este paquete de ofrecimientos se quiere convertir a la actividad minera en“uno de los pilares del desarrollo, económico, social y ambiental”, para que“con la distribución equitativa de sus beneficios, [esta actividad] genere nuevas zonas de desarrollo y contribuya al modelo del Buen Vivir”.¿Es posible creer en la realización de tal proyecto? ¿Será la minería metálica a gran escala la que provoque el ansiado desarrollo y que se constituya en la senda para el Buen Vivir? La realidad, la terca realidad, se encargará de contradecir este mensaje oficial copiado de la propaganda de las empresas mineras transnacionales.

El examen de la minería industrial alrededor del planeta evidencia un sinnúmero de daños y destrucciones múltiples e irreversibles de la naturaleza. Por igual son incontables las tragedias humanas, tanto como la destrucción de las potencialidades culturales de muchos pueblos. En el ámbito económico la situación tampoco es mejor. Se ha visto hasta la saciedad que los países cuyas exportaciones dependen fundamentalmente de recursos minerales o petroleros son económicamente atrasados.

En síntesis, este gobierno de la “revolución ciudadana”, transformado en el mayor promotor de la megaminería en el Ecuador, transitando por una senda neodesarrollista, ha puesto en movimiento un proceso de adaptación a las cambiantes circunstancias de la economía mundial, con el fin de cristalizar uno de los procesos más profundos de modernización capitalista experimentados en este país andino. Definitivamente, por la vía del neoextractivismo no se encontrará la salida a este complejo dilema de sociedades ricas en recursos naturales, pero a la vez empobrecidas.


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