Hemos creado todo un mundo paralelo y virtual en la llamada red de redes. De hecho, es probable que sea el mundo menos imperfecto jamás creado por el ser humano. Convivimos en cierta paz y con un orden cada vez mejor regulado por las diversas legislaciones que los Estados han ido desarrollando con el auge de internet. Lo único que le falta a este mundo es una moneda. O al menos hasta 2009 era lo que le faltaba. En enero de ese año echaba a andar la moneda del mundo virtual, el Bitcoin.
¿Cómo funcionan los bitcoin?
La particularidad del Bitcoin es que es una moneda que no está referenciada a ningún banco central nacional, por lo que no hay decisiones humanas que intencionadamente puedan hacer aumentar o disminuir el valor de los bitcoins. La fluctuación del Bitcoin, y por tanto su valor, es libre y se rige por la oferta y la demanda de bitcoins que los usuarios del mundo virtual ejercen sobre ellas.
Por si en este punto alguno anda ya con cara de estar perdiéndose, vamos a poner un ejemplo en el que intentaremos reconducir la situación: a día de hoy, tanto el Banco Central Europeo como la Reserva Federal de Estados Unidos mantienen un tipo de interés del 0,25% para sus monedas nacionales, euro y dólar respectivamente. Ahora bien, existen ciertas decisiones humanas conscientes que pueden alterar esto al inducir a los inversores a comprar o vender una moneda. Si por ejemplo mañana el BCE subiese los tipos de interés al 0,5%, el Euro se apreciaría, esto es, ganaría en valor, por lo que a lo mejor llegaría a estar a un cambio de 1€ = 1,40$. Ahora con un euro podemos comprar más dólares. En cambio, si mañana Grecia necesitase otro rescate, lo más lógico es que la cotización del Euro bajase a 1€ = 1,30$, por lo que perdería valor.
Todo esto con los bitcoins no pasaría. Su valor no depende de ninguna entidad ni acción. Sólo depende de los usuarios. Es una moneda para pagar, sin más. De hecho, al igual que los bancos centrales pueden crear moneda infinitamente, la cantidad de bitcoins está limitada a 21 millones de bitcoins, por lo que si ésta moda del Bitcoin continua, lo más normal es que esta moneda siga apreciándose. Aquí las únicas reglas que marcan su valor son: si hay más oferentes que demandantes de bitcoins, el valor baja; en cambio, si hay más demandantes que oferentes, el valor sube. Así de sencillo.
¿Cómo se relacionan las monedas nacionales con los bitcoins?
Este punto también es interesante, puesto que en el fondo reside la capacidad que cada uno tiene para comprar bitcoins en su moneda nacional. Casi por norma general, a mayor fortaleza de una moneda, más barato resulta comprar bitcoins con ella, puesto que el Bitcoin varía su tipo de cambio con cada moneda nacional de manera individualizada. Esto quiere decir que si 1€ = 2$ (relación ficticia) y 1 bitcoin = 1000$, 1 bitcoin no son 500€. El Bitcoin tiene su cambio con el dólar, su cambio con el euro, su cambio con el yen y su cambio con el franco suizo –y con todas las monedas de curso legal aceptadas– , y dichos tipos de cambio no dependen de los tipos de cambio existentes entre las diversas monedas nacionales.
El tipo de cambio del Bitcoin con otras monedas vuelve a residir entonces en la oferta y la demanda que los poseedores de bitcoins tengan en una moneda nacional determinada. Esto quiere decir que para obtener divisa virtual, debes comprárselos a un poseedor de bitcoins, dándole a cambio la cantidad de dinero nacional que estipule el tipo de cambio del momento, puesto que esta es la finalidad del ofertante de bitcoins, obtener moneda nacional. Este funcionamiento también es sencillo. Por poner otro ejemplo, en este momento (5/12/2013), un bitcoin equivale a 1047$. Si mañana, por la razón que fuese, gente que posee bitcoins quisiese conseguir dólares norteamericanos en mayor cantidad que poseedores de dólares norteamericanos quieren conseguir bitcoins, habría más ofertantes que demandantes de bitcoins y la cotización del bitcoin respecto al dólar bajaría; aunque también podría ocurrir en caso contrario si mucha gente poseedora de dólares americanos quisiese conseguir bitcoins con esa moneda y apenas hubiese oferentes de bitcoins para el dólar, la demanda sería muy superior a la oferta y el precio del bitcoin subiría, que es lo que lleva ocurriendo en los últimos meses.
Bien es cierto que este sistema de cambios “independientes” apenas se distancia de los cambios reales que existen entre las monedas puesto que siendo sinceros, el Bitcoin está en una burbuja considerable y muchos movimientos especulativos se mueven de cara a obtener la máxima rentabilidad con el cambio, por lo que los cambios de moneda en bitcoins acaban convergiendo con los cambios entre monedas del mundo real.
El otro punto fuerte de esta moneda es la confianza. Recordemos que estamos en el mundo virtual, donde la pillería de hackers privados y a sueldo de estados o multinacionales es una constante, y donde algunos estados y empresas han coqueteado con ejercer cierta “piratería” o boicot contra el Bitcoin. Dicha confianza que los usuarios tienen en este sistema es en gran medida gracias al intrincado laberinto de seguridad que rodea a los bitcoins, basado en un enorme universo de encriptación y autodepuración constante de puntos débiles del sistema, donde los propios usuarios pueden participar y son recompensados por encontrar fallos. En estas páginas, por suerte o por desgracia, no somos informáticos profesionales, así que tampoco vamos a bombardear al lector con intrincados asuntos del mundo virtual que se escapan a nuestro conocimiento, por lo que concluimos y confiamos en que este es un engranaje de seguridad prácticamente impenetrable en favor de la seguridad del funcionamiento del Bitcoin.
David contra Goliat
Desde hace siglos, siempre se ha recomendado que en caso de búsqueda de una inversión fiable se recurriese al oro, un valor seguro por su condición de metal precioso y cuyo valor, salvo contadas excepciones, siempre aumentaba, por lo que a medio plazo se obtenía una rentabilidad considerable. De hecho, era un recurso habitual de inversión para, en caso de crisis como la actual, tener asegurada la rentabilidad y supervivencia de los ahorros en vez de tenerlo en un banco que podía quebrar, en acciones de una empresa que podía cerrar o en bonos de un estado que se podía hundir. Para quien no quería tener su dinero debajo del colchón, el oro era la salida natural.
Esto se convirtió casi en un mantra. De hecho ya ni se ponía en duda que el oro fuese a bajar de valor puesto que con el tiempo se había demostrado que por seguridad, era mucho más recomendable que una inversión en una entidad pública o privada. Todo eso podría llegar a su fin gracias al “intruso” económico del que nos ocupamos hoy; paradójicamente, la estable y ordenada cotización del oro está pasando por las turbulencias de la “anarcomoneda” Bitcoin.
Suponemos que ahora la pregunta de rigor sería, ¿sustituirá entonces el Bitcoin al oro? Pues es probable que no. Tampoco es descabellado pensar que el Bitcoin le puede hacer la competencia durante un tiempo al oro, pero a largo plazo lo lógico sería que la moneda virtual echase el freno por diversos motivos: pinchazo de la burbuja, progresión en la oferta de oro, psicología colectiva en ciertos estratos sociales y demográficos que todavía prefieren usar métodos “físicos” a virtuales, relajación de la moda del Bitcoin, etc.
Si no aprendimos con los tulipanes, las acciones y las hipotecas, ¿cómo vamos a aprender del Bitcoin?
Si hay algo en el que todo tipo de ideologías coinciden es que el capitalismo posee crisis periódicas. Los liberales económicos argumentan que valen para depurar imperfecciones del mercado y eliminar a la competencia débil, por lo que es un “autocorrector” del propio sistema; en cambio, los marxistas defienden que dada la imposibilidad de que exista un capitalismo sin crisis, el sistema es deficiente y por tanto debería ser sustituido por uno de economía planificada. En el medio de todo esto se encuentran los keynesianos, partidarios de una economía mixta y que creyeron haber solucionado o minimizado enormemente el devastador poder de las recesiones económicas gracias al intervencionismo estatal y las políticas contracíclicas. El caso es que a los tres sistemas se les ha acabado llevando alguna vez el oleaje económico en la etapa de bajada de los Ciclos de Kondratiev. Y a pesar de que todos han tropezado con la misma piedra, se sigue paseando por el mismo camino.
Para el sistema capitalista, la bomba que resquebraja todo es casi siempre una burbuja estallando. En el siglo XVII fueron los tulipanes en los Países Bajos, en el XVIII acciones de las Compañías de Indias, en el XIX las acciones del ferrocarril, en el XX el conocido “Crack del 29” y en el XXI no hay mucho que contar que ya no sepan, las hipotecas basura y el mercado inmobiliario en general. Cada siglo con su crisis; años o décadas cebando una bomba que acababa estallando y hacía perder todo lo ganado en la etapa de especulación. Pues bien, en este siglo XXI podríamos batir el record de la estupidez humana: no haber salido de una crisis de especulación y estar ya metiéndonos en la siguiente. El tiempo dirá qué es lo que pasa, de momento vamos a ver por qué esto de los bitcoins puede acabar en desastre, cómo reventaría y qué consecuencias tendría.
Si algo bueno tiene la moneda virtual es que no puede haber ninguna injerencia directa para modificar su valor, por lo que todo se acaba reduciendo a las acciones individuales de compradores y vendedores. Esa cara también es su cruz. Al igual que un banco central, si observa que la moneda de su país adquiere valor muy rápido, puede tomar medidas para hacer aumentar la oferta de moneda y así se relaje esa peligrosa tendencia, con los bitcoins no se puede. Oferentes y demandantes están a merced de ellos mismos o de alguna decisión externa que haga que de un día para otro la fiesta se acabe.
La cuestión es que ha acabado siendo evidente que el Bitcoin tiene unos bandazos terribles, tanto para arriba como para abajo. No es una moneda estable. Y no lo es porque no hay nada detrás de él. No hay un banco central que pueda respaldarlo si cae en desgracia, no hay oro o divisas que puedan sostenerlo si cede, no hay una economía productiva que esté funcionando gracias a esa moneda. Es sólo una moneda, completamente susceptible de ser cebada por casi todos los usuarios para básicamente poder cambiarla luego por una moneda nacional y tener mayor capacidad de compra con ella. Haber creado dinero de la nada. El problema es que cada vez más gente quiere jugar a hacerse rica con un par de clicks y cruzando los dedos para que el día en el que todo explote les pille sin bitcoins, convertidos hará tiempo en dólares o euros, con ganancias de un 300%, un 500% o un 1000%. Y todo esto funciona porque en el ideario colectivo del inversor en bitcoins existe la esperanza en que todos sigan confiando que esto sigue adelante. En cuanto alguien con dinero quiera bajarse del barco, adiós.
Las razones por las que un día la burbuja pincha no tienen por qué ser enrevesadas o complicadas. Como hemos dicho, las tendencias especulativas se basan en dos cosas: información y sensaciones. Quien está informado puede intuir por dónde irán los tiros esa jornada o en los próximos días, sea para bien o para mal; quien no está informado depende de las sensaciones que el ambiente le transmite. Qué decir tiene que en caso de que las cosas empiecen a ir mal, el informado suele salvarse y la gran manada que dependen de las sensaciones acaban ahogándose o pierden gran parte de su capital en el salvamento. Así, no es raro que los bajones empiecen por un informado que vende por lo que sea y tres “sensacionalistas” – no en el sentido literal – que le siguen – si está informado y vende, por algo será – . A cada uno de esos tres le siguen otros tres, y como fichas de dominó. Pánico, sálvese quien pueda y miles de personas arruinadas. Así ha sido siempre y tiene pinta de que así va a seguir siendo.
¿Y si el Bitcoin fracasa?
Por último, ¿qué consecuencias tendría una quiebra del sistema Bitcoin? A día de hoy, afortunadamente pocas. La cantidad de dólares en bitcoins apenas son unos pocos miles de millones de dólares – el dinero que desapareció en la crisis hipotecaria de 2008 se cuenta por billones – . De los 21 millones de bitcoins que puede llegar a haber circulando, a día de hoy hay unos 12 millones, con un valor de 7000 a 12.000 millones de dólares – depende del día, sí – .Esas cantidades, para todo el dinero que se mueve diariamente tanto en economías reales como financieras es enormemente baja, por lo que un crack bitcoiniano no supondría muchos dramas. Algunos se quedarían arruinados y poco más. El problema de las burbujas siempre ha sido pedir un préstamo para poder especular, que el precio baje y no puedas devolver el préstamo. Ahí no caes tú, sino que arrastras a otros detrás de ti. De momento esto no pasaría.
El problema llegará – y como la tendencia siga va a llegar – cuando se alcancen los 21 millones en circulación y no haya más margen para actuar. Ahora hay una burbuja, pero puede ser deshinchada de manera controlada gracias a que se inyectan bitcoins diariamente. La cuestión es qué va a ser de esa burbuja cuando la especulación siga y no haya más margen para relajar la presión. Quizás llega un día en el que un bitcoin valga 5000 dólares, o 10.000; 21 millones de monedas, a 10.000 dólares cada una son más de 200.000 millones de dólares. Empieza a ser una cifra a tener en cuenta.
NOTA COMPLETA http://elordenmundial.com/economia/los-bitcoin/
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